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Dámaso Alonso, vida y alguno de sus poemas

Dámaso Alonso Fernández de las Redondas nació en Madrid (España) el 22 de octubre de 1898.

Se instruyó con los jesuítas y los agustinos. Con posterioridad se licenció en Filosofía y Letras, además de en Derecho.También cursó estudios en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, relacionándose activamente con el ambiente intelectual de la Residencia de Estudiantes.

Ejerció la docencia en la Universidad de Valencia, en donde fue catedrático de Literatura desde el año 1939. Un año después obtuvo la cátedra de Filología Románica en Madrid. También fue lector de español en numerosas Universidades de todo el mundo.

Fue elegido académico en 1945 y ocupó el cargo de Director de la misma en el período comprendido entre 1968 y 1982. En el año 1959 también ingresó en la Academia de la Historia.

En 1929 contrajo matrimonio con la escritora Eulalia Galvarriato.

Miembro de la Generación del 27, además de su distinguida labor como poeta, que transcurrió desde sus inicios en la poesía pura hasta la lírica existencial de la posguerra con títulos como "Poemas Puros, Poemillas De La Ciudad" (1921), "Oscura Noticia" (1944), "Hijos De La Ira" (1944) u "Hombre y Dios" (1955), Dámaso Alonso destaca principalmente como crítico y filólogo, discípulo de Ramón Menéndez Pidal, revalorizó los textos de Luis de Góngora y escribió libros como "Ensayos Sobre Poesía Española" (1934), "La Lengua Poética De Góngora" (1935) o "La Poesía De San Juan de la Cruz" (1942).

Consiguió el Premio Cervantes en el año 1978.

Murió en Madrid, el 25 de enero de 1990. Tenía 91 años.

SUEÑO DE LAS DOS CIERVAS 1 ¡Oh terso claroscuro del durmiente! Derribadas las lindes, fluyó el sueño. Sólo el espacio. Luz y sombra, dos ciervas velocísimas, huyen hacia la fontana de aguas frescas, centro de todo. ¿Vivir no es más que el roce de su viento? Fuga del viento, angustia, luz y sombra: forma de todo. Y las ciervas, las ciervas incansables, flechas emparejadas hacia el hito, huyen y huyen. El árbol del espacio. (Duerme el hombre) Al fin de cada rama hay una estrella. Noche: los siglos. 2 ...El árbol del espacio. Duerme el hombre. Al fin de cada rama hay una estrella. Noche: los siglos. Duerme y se agita con terror: comprende. Ha comprendido, y se le eriza el alma. ¡Gélido sueño! Huye el gran árbol que florece estrellas, huyen las ciervas de los pies veloces, huye la fuente. ¿Por qué nos huyes, Dios, por qué nos huyes? Tu veste en rastro, tu cabello en cauda, ¿dónde se anegan? ¿Hay un hondón, bocana del espacio, negra rotura hacia la nada, donde viertes tu aliento? Ay, nunca formas llegarán a esencia, nunca ciervas a fuente fugitiva. ¡Ay, nunca, nunca! VIENTO DE NOCHE El viento es un can sin dueño, que lame la noche inmensa. La noche no tiene sueño. Y el hombre, entre sueños, piensa. Y el hombre sueña, dormido, que el viento es un can sin dueño, que aúlla a sus pies tendido para lamerle el ensueño. Y aun no ha sonado la hora. La noche no tiene sueño: ¡alerta, la veladora! MADRIGAL DE LAS ONCE Desnudas han caído las once campanadas. Picotean la sombra de los árboles las gallinas pintadas y un enjambre de abejas va rezongando encima. La mañana ha roto su collar desde la torre. En los troncos, se rascan las cigarras. Por detrás de la verja del jardín, resbala, quieta, tu sombrilla blanca. LOS CONTADORES DE ESTRELLAS Yo estoy cansado. Miro esta ciudad -una ciudad cualquiera- donde ha veinte años vivo. Todo está igual. Un niño inútilmente cuenta las estrellas en el balcón vecino. Yo me pongo también... Pero él va más deprisa: no consigo alcanzarle: Una, dos, tres, cuatro, cinco... No consigo alcanzarle: Una, dos... tres... cuatro... cinco... EL NIÑO Y LA COMETA El niño se sonreía -mano inhábil, ojo atento­ y la cometa en el viento (su corazón) se cernía. Ave, cometa, de un día su corazón soñoliento. Pues el corazón quería huir -pero no podía, pero no sabía­ al viento. ROSALÍA TIENE QUINCE AÑOS Quince almendros en flor, tus quince años. ¡Qué blancura el paisaje de tu alma! Blanca como la nieve, cual la hoja de papel en que escribo: toda blanca. Todo es blanco: año nuevo y álbum nuevo; yo escribo para ti blancas palabras. Me rodea lo blanco, todo en blanco como si fuera en una gran nevada. ¡Quince arbolillos tienes, Rosalía! Y el viento viene, y los acariciaba... Ya nieva el mundo flores, flores, flores; ya nieva flores, blancas, blancas, blancas. LOS CONSEJOS DEL TÍO DÁMASO A LUIS CRISTÓBAL Haz lo que tengas gana, Cristobalillo, lo que te dé la gana, que es lo sencillo. Llegaste a un mundo donde manda la chacha, mandan los mandamases y hay poca lacha. Caso nunca les hagas a los mayores. Los consejos de Dámaso son los mejores. Tira, mi niño, tira, si te da gana, los libros de papito por la ventana. Cuélgate de las lámparas y los manteles, rompe a mamita el vaso de los claveles. ¿Que hay pelotón de goma? Chuta e impacta. ¡Duro con la pintura llamada abstracta! Rompe tazas y platos. ¡Viva el jolgorio y las almas benditas del purgatorio! La mejor puntería te la aconsejo si es que se pone a tiro cualquier espejo. Aún hay más divertido: coge chinillas, y con un tiragomas, ¡a las bombillas! Pero ahora se me ocurre algo estupendo, donde papá se encierra vete corriendo. ¡Macho, cuántos papeles! Tú, con cerillas, vas y a papá le quemas esas cosillas... ¡Verás qué cara pone! ¡Qué gracia tiene! Anda, sin que te vea, mira que viene. Vamos a divertirnos tú y yo, mi cielo. Es un asco este mundo: conviene que lo pongamos boca abajo. ¡Es tan sencillo! Vamos a hacer un mundo nuevo, chiquillo! VIDA Entre mis manos cogí un puñadito de tierra. Soplaba el viento terrero. La tierra volvió a la tierra. Entre tus manos me tienes, tierra soy. El viento orea tus dedos, largos de siglos. Y el puñadito de arena -grano a grano, grano a grano- el gran viento se lo lleva. CALLE DEL ARRABAL Se me quedó en lo hondo una visión tan clara, que tengo que entornar los ojos cuando pretendo recordarla. A un lado, hay un calvero de solares; enfrente, están las casas alineadas, porque esperan que de un momento a otro la Primavera pasará. Las sábanas, aún goteantes, penden de todas las ventanas. El viento juega con el sol en ellas y ellas ríen del juego y de la gracia. Y hay las niñas bonitas que se peinan al aire libre. Cantan los chicos de una escuela la lección. Las once dan. Por el arroyo pasa un viejo cojitranco que empuja su carrito de naranjas. GOZO DEL TACTO Estoy vivo y toco. Toco, toco, toco. Y no, no estoy loco. Hombre, toca, toca lo que te provoca: seno, pluma, roca, pues mañana es cierto que ya estarás muerto, tieso, hinchado, yerto. Toca, toca, toca, ¡qué alegría loca! Toca. Toca. Toca. CÓMO ERA ¿Cómo era, Dios mío, cómo era? Juan Ramón Jiménez. La puerta franca. Vino queda y suave. Ni materia ni espíritu. Traía una ligera inclinación de nave y una luz matinal de claro día. No era de ritmo, no era de armonía ni de color. El corazón la sabe, pero decir cómo era no podría porque no es forma, ni en la forma cabe. Lengua, barro mortal, cincel inepto deja la flor intacta del concepto en esta clara noche de mi boda, y canta mansamente, humildemente la sensación, la sombra, el accidente, mientras Ella me llena el alma toda. CALLE DEL ARRABAL Se me quedó en lo hondo una visión tan clara, que tengo que entornar los ojos cuando intento recordarla. A un lado, hay un calvero de solares en frente, están las casas alineadas porque esperan que de un momento a otro la Primavera pasará. Las sábanas, aún goteantes, penden de todas las ventanas, el viento juega con el sol en ellas y ellas ríen del juego y de la gracia. Y hay las niñas bonitas que se peinan al aire 1ibre. Cantan los chicos de una escuela la lección. Las once dan. Por el arroyo pasa un viejo cojitranco que empuja su carrito de naranjas. MADRIGAL DE LAS ONCE Desnudas han caído las once campanadas. Picotean la sombra de los árboles las gallinas pintadas y un enjambre de abejas va rezumbando encima. La mañana ha roto su collar desde la torre. En los troncos, se rascan las cigarras. Por detrás de la verja del jardín, resbala, quieta, tu sombrilla blanca. GOTA PEQUEÑA, MI DOLOR Gota pequeña, mi dolor. La tiré al mar. Al hondo mar. Luego me dije: ¡A tu sabor ya puedes navegar! Más me perdió la poca fe... La poca fe de mi cantar. Entre onda y cielo naufragué. Y era un dolor inmenso el mar. CANCIONCILLA Otros querrán mausoleos donde cuelguen los trofeos, donde nadie ha de llorar, y yo no los quiero, no (que lo digo en un cantar) porque yo morir quisiera en el viento, como la gente de mar en el mar. Me podrían enterrar en la ancha fosa del viento. Oh, qué dulce descansar ir sepultado en el viento como un capitán del viento como un capitán del mar, muerto en medio de la mar.

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