Enrique Urquijo y sus problemas.
Enrique Urquijo (Madrid 1960-1999) coincidiendo con que los Secretos "vuelven" a tocar en la Plaza de toros de las Ventas, se nos ha ocurrido recordar a Enrique, el de la voz desgarrada, el que hacía realmente envolverte en las canciones. Su aura de poeta maldito se agranda día a día. Algunos de los locales donde estrenaba cada noche sus canciones, como el Café del Foro, han cerrado sus puertas, pero músicos como Fito y los Fitipaldis o Quique González siguen cantando Quiero beber hasta perder el control u Hoy la vi. Su biografía, resumida en más de 300 páginas, supone una vuelta más en la vida del compositor, que pasó la mitad de su existencia sumido en un círculo vicioso que le llevaba de la depresión a las drogas. "Cuando sentía el hormigueo de la desesperación, recurría al alcohol, la heroína, la cocaína o los tranquilizantes (en ocasiones, todo a la vez) para conseguir una especie de muerte efímera".
Extremadamente tímido, Enrique aprendió a usar las canciones como medio de
expresión. "Era absolutamente inadaptable a la vida", cuenta en el libro Sabina. "Le llevaba a esto un sentimiento de ser incapaz de comunicarse. Tenía la marca en la cara de la tristeza". A pesar de esa timidez, encontró en el cara a cara con el público su hábitat natural. Tocó en grandes recintos y en garitos minúsculos. Probó todos los formatos posibles: acompañado por una banda de rock (Los Secretos), arropado por instrumentos acústicos (Los Problemas) y hasta se subió al escenario formando dúo con la acordeonista Begoña Larrañaga.
La fiebre por la música empezó en el colegio. Allí conocieron los hermanos Urquijo -Javier, Enrique y Álvaro- a Canito, al que su padre le había regalado una batería de segunda mano, y empezaron a ensayar. "Enrique aprendió mirando en el colegio a los mayores y descubrió que con cuatro acordes podía tocar miles de canciones; introvertido, cantaba en voz baja". Fue más o menos en esos años cuando empezó a fumar; en COU se lió el primer porro.
Tras varios proyectos de grupo y algunas actuaciones en directo, los Urquijo y Canito, el líder del grupo, empezaron a desarrollar un sonido particular y escribían su propio material. Dadas las toses que acompañaban los ensayos se apodaron Tos. En 1978, en el Ateneo Politécnico de Prosperidad, uno de los templos de los primeros años de la movida -allí se presentó Ramoncín y WC y rodó Almodóvar parte de su película Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón-, compartían local Kaka de Luxe, Mermelada, Los Zombies y el grupo de Canito y los hermanos Urquijo. Paralelamente, desde Onda 2 (Radio España FM) un plantel de jóvenes pinchadiscos empezaron a promover la escena de la nueva ola musical y a programar las maquetas recién salidas del horno.Déjame, compuesta por Enrique, nació de un riff de guitarra, y su melodía contagiosa se convirtió en uno de los primeros éxitos de la época, junto aChica de ayer, de Nacha Pop, y Para ti, de Paraíso. Las tres conseguirían llegar a un público más amplio que el que aglutinó la movida.
En ese ambiente, tanto para Canito como para los hermanos Urquijo, la Nochevieja del 31 de diciembre de 1979 no podía presentarse mejor. Juntos se citaron en un chalé de la avenida de Pío XII con la gente de Mario Tenia y Los Solitarios, Mermelada, algunos componentes de Nacha Pop y Mamá. A las seis de la mañana, cuando el ambiente comenzaba a enfriarse, alguien sugirió ir a otra fiesta en Villalba, en la N-VI, a 39 kilómetros del centro de Madrid. Cuando los coches en los que viajaban estaban parados en el arcén, un vehículo perdió el control e impactó contra uno de ellos, y éste atropelló a Canito, que moriría un par de días más tarde en el hospital. Meses después se organizó en la Escuela de Caminos el concierto homenaje al batería muerto, en el que tocaron todos los grupos del entorno de Tos, en lo que ya se conoce como el nacimiento de la movida. A partir de ahí tuvieron que reinventar el grupo y se les conoció como Los Secretos. Con los discos llegaron, el éxito, las giras y su entrada en el engranaje más comercial de la música.
Era un secreto a voces entre los camaradas de la madrugada, en todas las trincheras de la noche», escribía Manuel de la Fuente en una columna de ABC dedicadaa Enrique Urquijo, tres días después de que el gran músico fuera encontrado muerto, en la noche del 16 de noviembre, en un portal de la calle del Espíritu Santo, en el barrio de Malasaña.
El mismo músico con el que aseguraba no era difícil cruzarse por los bares del mítico barrio madrileño de la «movida», del que era uno de los referentes, «soportado por un cuerpo que parecía tan débil y a punto de venirse abajo como un castillo en la arena, con las manos en los bolsillos, aspirando a grandes bocanadas el humo».
Y así era, porque el líder de Los Secretos, junto a su hermano Álvaro, pasó la mitad de su vida sumido en un círculo vicioso que le llevaba de la depresión a las drogas, y de las drogas a la depresión: «Cuando sentía el hormigueo de la desesperación, recurría al alcohol, la heroína, la cocaína o los tranquilizantes (en ocasiones, todo a la vez) para conseguir una especie de muerte efímera», recogía Miguel Ángel Bargueño en «Adiós tristeza», la biografía de este poeta maldito del pop, que publicó en 2005.
«Enrique aparecía por aquí -contaba Joaquín Sabina, con el que mantenía una estrecha relación- de madrugada y me pareció siempre el ser más dulce, más tímido, más sensible del mundo. Era para comérselo. Aquí venía y se podía quedar cuarenta y ocho horas. Hablaba poco, fumaba mucho, bebía mucho; yo también».
Poco antes de morir, su novia Pía había ido a buscarle a casa de su «camello», a donde acudía en demasiadas ocasiones tras abandonar la clínica donde estaba ingresado, una vez más, para dejar su adicción a las drogas. Era el final de una pesadilla que se había iniciado 20 años antes, cuando Enrique y sus hermanos comenzaron a coquetear con la heroína. «Había caballo en todas las fiestas. Si eras músico y no te metías, era como si fueras gilipollas», decían.
El mayor de los hermanos Urquijo, muerto a los 39 años, empezó pronto a recorrer
las consultas de psiquiatras que no supieron cómo solucionar su problema, el mismo que arrastró hasta el mismo día de su muerte, y que se dejaban ver en casi todas sus canciones: «Por supuesto que Los Secretos y su grupo de ahora, Los Problemas, eran dos bandas tristes, acorazadas detrás de su desesperanza, pero en sus canciones un buen puñado de aficionados encontró un pañuelo para sus lágrimas del día a día», comentaba de la Fuente en la columna «Vuelves a ser un niño».
Odiaba la fama, la industria, las entrevistas y pretendía ser alguien anónimo, pero no lo consiguió. Con Los Secretos grabó nueve discos y dio miles y miles de conciertos, tras los que muchas veces se escapaba sin dar noticias. Su último disco, un recopilatorio de grandes éxitos, vendió 300.000 copias.
Siempre se le recordará...